Notas

28.3.10

Sin pronóstico: sobre el 24 de marzo



Opinión sobre la marcha del 24. Y luego, algunas notas de color.

Fue un día soleado, al final, el 24 de este año. No recuerdo haber leído sobre el tiempo climático de esta fecha en 1976, aunque nos tentemos a verlo como día gris y anticipado por alguna tormenta en días previos, caldeados y sofocantes. Quizás también como un huracán, como decíamos el martes, impredecible al menos en sus efectos.
El día de sol de este miércoles no nos hizo olvidar este fenómeno, ir a la marcha es una expresión de nuestro firme deseo de recordar siempre a tantos compañeros que han luchado por un mundo mejor, y que por ello, fueron víctimas del terror. Se subió al Estado una dictadura que se jactaba de proteger a la patria de aquellos que luchaban por otra sociedad. Y lo hacía en nombre de los valores "cristianos y occidentales", tal el único camino de la humanidad. Qué loco.
Por tanto, es memoria, justamente, pero es también un acto de permanente búsqueda de la verdad que esconde (en tanto el hecho se desliga de un acto reflexivo) y de una posterior aplicación de la justicia. Estas particulares palabras nuclearon la movilización a la plaza que retomaba esta fecha para, más allá de pensar la historia y sus cruces, tensarla y perfilarla en el presente injusto y hacer determinadas demandas que, desde cierto costado, tienen que ver y apuntan a deshacerse íntegramente de todo el conjunto de "culpables" del malestar actual.
Así, algunos titulares señalaban como deplorable una plaza "dividida", cuando el día ameritaba ser la auténtica unidad del pueblo haciendo memoria. Esto es dejar tela sin cortar, aunque a su vez exprese el lamentable aspecto de la politización argentina.

Empezando desde arriba, se ha denunciado la apropiación del día por parte del Gobierno, cuando salió a la luz el conflicto por la confluencia de diversos actos en un mismo espacio simbólico, sin coordinarse. En términos de gobierno-oposición (útil para esto, quizás binomio recurrente en toda clase de lectura), parece que cada uno actúa en función de su contrario y si la plaza es de todos, que parezca que algunos la quieren más que otros. Este 24 de marzo llegó algo más colorido, quizás el año del bicentenario nos encuentra a todos con el mayor debate de la cosa política en años, cuando la lupa pública era guardada en el cajón de escritorios y hasta ahí, limitándonos a esperar resultados sin anticiparnos con expectativas. 

El gobierno no iba a dejar de llamar a movilizarse a la Plaza, ningún gobierno más o menos capaz dejaría de hacerlo. La presidenta no podría dejar de estar allí, al menos en esta ocasión. Si no hubiese asistido, habría cargado con mayor número de ataques. El acto oficial iba a tener que realizarse, y cualquiera, peronista o no, podía ir sabiendo que escucharía eso del "nac&pop" y de un proyecto de país que no le dejan hacer. Podía verificarlo en la misma plaza, donde reinaba la alegría de las banderas que siguen creyendo expresar el legado de John Sunday Big Pear y Evita, de la juventud por la victoria en una revolución en clave de líder carismático (con algo más de sustento).
Era un acto oficial al que cualquiera podía asistir. Cualquiera podía marchar con las Abuelas y Madres, quizás las figuras más emblemáticas de fuerza y resistencia con el pasar de lentos y dolorosos años. Pero ellas están ya dentro del juego de la política. Por sus entredichos y achaques ideológicos, por la defensa de un poder. El rechazo que han cosechado en la sociedad es por haberse atado firmemente al mismo, con divisiones en su propio seno, otros parientes de desaparecidos que no quieren transar con tal o cual gobierno. Las posturas son respetables, hasta discernir el límite entre aprovechar su lugar y ser utilizadas, al punto inconscientemente.
Cualquiera podía ir simplemente al festival y quedarse escuchando a algún artista de gusto que precisamente fuera convocado. Quizás algunos de los que empezaron movilizándose fuera de la oficialidad, terminaron la tarde viendo a Víctor Heredia con una cervecita caliente y picando garrapiñada.

 
Los que finalmente estuvieron en la Plaza, a un costado, aislados porque "así lo quieren" (el encuentro MVJ, conjunto de partidos de izquierda y organizaciones, independientes, etc.), evitaron la Avenida de Mayo (presumiblemente copada por la celestialidad oficial), rodearon al Obelisco e ingresaron por la Diagonal, hasta llegar a la Catedral. Allí estaba amontonado un sector oficialista compuesto por pancartas de apoyo a Cristina basados en Facebook, el programa de TV "6,7,8" y el anti-TNlismo. Vi algunas peleas e insultos entre los llegados y los hacinados allí, -parecía que de repente yo llegaba con el trotskismo a aguar el apoyo de la clase media reunida por las redes sociales y un proyecto nac&pop-.

Había marchado atravesando las banderas de todos los colores políticos y de toda clase de organizaciones y centros de estudiantes, era uno más yendo ahí y vislumbrando todo el folklore del que somos capaces, me llené de panfletos, aunque ya conociera a muchos de ahí. No les dije nada, pero canté los versos que se escuchaban. Y ya en la Plaza, de repente arribó el escenario móvil, dos largos camiones que pasaron a través del gentío para irradiar el documento "consensuado". Ahí vi el exceso que me colmó. 
Las personas perdían la cordura del respeto y se insultaba y peleaba, por un momento olvidándose del principal motivo de la marcha. Escuché y concuerdo con los reclamos de la movilización no oficial: la impunidad que permitió el engendro de la dictadura sigue resonando hoy en día. No sólo a través de ciertos empresarios, políticos y medios de comunicación, como mencionaron desde arriba. El problema al parecer se arraiga en este tipo de sociedad, que ha sucumbido al imperialismo, y desde ahí, atraviesa a la problemática de la violencia y la corrupción. Desde el fuera yankees de Irak, Latinoamérica, fuera ingleses de Malvinas, pasando por el pago de una deuda externa ilegítima y los conflictos salariales, hasta las consecuentes protestas que son reprimidas y la violencia policial que asesina a los pobres. Todo, hasta el hecho de que tengamos aún hoy casos de desaparecidos, cuyos ejemplos más resonantes son los de Julio López y Luciano Arruga. Estoy de acuerdo con alzar la voz por ello.
 
La oficialidad indica que estos reclamos buscan desviar el eje en la memoria de lo trágico de esos años. Que no es lugar, que para qué concentrarnos en Irak cuando arrastramos rémoras propias más urgentes. No contestan sobre las responsabilidades, igual. Es cierto que esos temas la izquierda puede resurgirlos en toda ocasión. Entiendo que es parte de su bandera, su manera de denunciar a partir de comprender la realidad de una manera que bucea profundo y se basa en leyes históricas. O al menos así espero que sea. Sin embargo, los que están gobernando son grandes culpables. No pueden evitar sentirse aludidos.

 
No dejamos de hacer memoria, pero hay que ejercerla exigiendo que todos las expresiones militaristas actuales y los resabios de la época de la dictadura existentes, se acaben. Y son muchos como para limitarnos a la unión alegre en un camino que nos está iluminado. El festejo de estar vivos debe acompañar la crítica para poder seguir avanzando. El cómo, es la cuestión de tanto espantajo, pero también la que exige que nos escuchemos.


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  • Uno de los micros color "ola amarilla" que pasean extranjeros por la Ciudad de Bs. As. quedó paralizado en medio de la marcha sobre la Diagonal Norte. Descapotable, desde el vehículo algunos turistas miraban todo con asombro, otros aprovechaban y sacaban fotos. Hice lo mismo, pensando si los responsables de este microcurro de la era macri desconocían plenamente de la realización de la movilización, o aún con ella, fue un intento más de meter a los ciudadanos del exterior en el calor de esta, la ciudad más europea de América. En fin.
  • En este sentido, los carteles amarillos en la vía pública del gobierno de la ciudad, con un NUNCA MÁS que lo componía casi en su totalidad. No podía faltar, con varios cómplices por ahí en funciones dando vuelta y con nombramientos dudosos cada dos por tres.
  • Algunas organizaciones o partidos del encuentro iban dotadas de palos, usados por sus seguidores para la pronta defensa frente al anticipo de algún que otro desbande violento... mientras no ocurriera nada, servían de separadores de las filas: con ellos limitaban su rectángulo de movilización e impedían que alguien ajeno marchara con ellos, aunque fuera de la misma fuerza.
  • Los gritos de apoyo a Cristina: "Cristina, Cristina!!!", o "6, 7, 8!!!", en la Plaza, lindando la Catedral. Por ahí se vislumbró el cartel de un jóven del PTS: "Ni canal 7, ni TN, vea TVPTS.tv". La tercera vía!!!

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