Notas

8.3.10

Un latoso en el pullman (I)

He aquí algunas reflexiones sobre los viajes en ferrocarril en nuestra vida. Si son nuestros, cómo nos juegan en contra: la primera cuestión de esta serie de notas.

foto: sateliteferroviario.com.ar

It takes a lot to laugh, it takes a train to cry

El traqueteo, los paisajes por la ventanilla, pensar en que los rieles están ahí abajo soportando el peso, sobre nuestra tierra. Golpeaba con los nudillos los bordes de las puertas y comprobaba el estado de los vagones. Deplorable estado, estado... el Estado! Sí, el meollo de la cuestión a tan poca distancia. A tan solo un paso, de entrar en las estaciones y ver las caras del resto, de subirse a viajar. En el mismo suelo que pisás.
(Destino: por ahora, el sur de la provincia de Buenos Aires. Las zonas de sierras, y más abajo, donde empiezan a sentirse los vientos fuertes que desvían los chumbazos en los potreros. Aunque no tanto.)
Me enteraba de algunas notas de color mientras preparaba el recorrido a Bahía Blanca. Las perspectivas de un viaje aumentan cuando se lo toma a veces como un desafío, como una forma de aguante. Noto eso en las cosas públicas descuidadas que se nos presentan como opciones para la vida, y las tomamos o las dejamos, y al tomarlas, les sacamos el brillo del esfuerzo. (El esfuerzo de estudiar en la UBA, por ejemplo, como una aventura burocrática y política, a la que también el tren conecta. Ese raro aguante de ser "gente de la UBA", como reza un orgulloso grupo en el "caralibro", más allá de estudiar). El transporte público, o lo que se le parece, el viaje como ganado, como forma de tener que explicarnos el esfuerzo de esta vida loca, loca. La cosa pública como expresión de un sin fin de vueltas por edificios de ministerios y papeleos para hacernos visibles, para que se nos vea la forma humana y se nos llame sujetos (en efecto, sujetos a tantas cosas). ¡Un objeto como el tren, creación histórica, cúmulo de saberes, que debe servir al fin de mejorarnos la vida, queridos sujetos humanos!
Optar por el tren cuando tu destino es el relajo (despejarse), y no que te espere algo (trabajo, conocidos), hace que la aventura del hombre tome otro tinte. El precio del pasaje, en comparación a un micro de larga distancia, es buen punto. Ok. Y bueno, también cierta mística que atribuyo a las locomotoras y chatas... quizás por jugar de niño sobre las vías, por ver los trenes desde los puentes de Caballito, porque te hayan afanado en uno de ellos, por las imagenes de la pantalla, por las canciones y los relatos que transcurren en ellos. Dejando atrás estas variables personales, lo de aventura surge cuando esa opción te la presentan con algún tipo de riesgo moderno, la peligrosidad de un viaje cuando las cosas no ocurren con la tranquilidad idealizada.

Y ahí puede que te olvides de los desastres que se hicieron en su administración, si uno se pone serio. Por eso, esa emoción o aventura está muy bien, pero bancarse un mal transporte no debe dejar más que bronca y nada de conformidad. No quiero oir de ese "me la banco y voy en tren", a secas. Solamente cuando es una opción y porque tal vez vivir la experiencia sea la única forma de comprender lo que pasa y lo que sienten otros. La repetición incesante de esas situaciones, de atravesar la vida sufriendo logra a veces que se torne natural tanto esfuerzo y eso construye formas de reconocerse y hacerse notar, aunque suene raro. Cuando alguien está jodido porque vive en tal barrio jodido y lo asume y cree que en la vida nada hay tan difícil como lo que está acostumbrado. Si se queja y lucha, está en carrera: bien. Aunque sucede que los años y años de tanto descuido nos dejan aletargados y acostumbrados a la mediocridad. Y a algunos eso los hace más machos, creen. Y lo que no creen es que pueda cambiar alguna vez y puedan disfrutar de un buen viaje. Escabroso objetivo que se ha logrado en este país, por parte de los poderosos, los que controlan a todos, y por parte de estos últimos, discurseados de que un grupo de personas cuyas mentes dictan "obtener ganancias" puedan pensar en mejorar la vida de todo un pueblo. Racionalidad formal, mentalidad empresarial, le llaman. Pfff.


(continuará)

1 comentarios:

adriano dijo...

La cuestión de la UBA es todo un tema, más si vas a Sociales. Creo que la educación no puede ser privada, salvos contadas excepciones. Ahora, la posición "voy a la UBA, las privadas son para nenes de mamá y papá" es equivocada. Es como establecer un Boca-River con un equipo (River, obvio) que no debería existir.
En cuanto a los trenes, me gustaría conocer más sobre cómo se distribuyen los subsidios y cómo los ejecutan las empresas. No creo poder dar una opinión profunda sobre el tema.

 
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