Notas

18.9.10

Es sólo una nota más sobre Messi

Es inexplicable. Que es wing, que es enganche, que es nueve de área, que juega en los últimos 30 metros, que en realidad es mediocampista. Hay una sola certeza cuando se habla de Lionel Messi: no hay dudas de que es el mejor futbolista del planeta. Linda paradoja.Hace algunos días, después del triunfo 5 a 1 del Barcelona sobre Panathinaikos por Copa de Campeones, el entrenador Pep Guardiola lo dejó en claro: “Messi es el mejor del mundo con una diferencia que no tiene nombre”. El rosarino acababa de convertir los dos goles que lo posicionaron como el máximo goleador de la historia del Barcelona en la máxima competencia continental. Goleador, empecemos por ahí. En uno de sus últimos tweets, el periodista Juan Pablo Varsky manifestó que Messi, hoy, es nueve de área. Es cierto, en la última temporada (2009-10), anotó 47 goles en 56 partidos. Cuesta imaginarlo (es joven, petiso, hábil) pero ocupó el lugar que Zlatan Ibrahimovic, ausente sin aviso, no supo aprovechar. Al menos, en las estadísticas.¿Wing? En sus comienzos, Messi apareció como imagen especular de Ronaldinho: uno por izquierda, el otro por derecha, ambos enganchaban hacia adentro y encontraban su mejor perfil. El rosarino amenazaba con la diagonal pero también era peligroso con el desborde. Con la salida del brasileño, se tomó la licencia de alternar en las dos bandas. Hoy sucede lo mismo: no es raro encontrarlo pegado a la línea, dándole la espalda al banco de suplentes, y, con ojos en la nuca, anticipar el despegue de Dani Alves.Tampoco es extraño verlo en el mediocampo, al trote, intercambiando pases con Sergio Busquets, Xavi e Iniesta. Toques cortos y rápidos; circulación de la pelota y, también, de los hombres cuando no la tienen para elegir el momento adecuado y atacar. De pronto, el pase largo o la jugada individual.
En su libro “Los bárbaros”, el italiano Alessandro Baricco analiza las “mutaciones” culturales que están experimentando los seres humanos. En uno de sus capítulos, afirma que en este fútbol no hay tiempo para esos jugadores que pisan la pelota, la llevan unos metros y hacen un lujo. En este fútbol no hay tiempo. Lo que importa es economizar tareas y qué mejor que tener hombres que concentren pase, quite, pegada. Por eso, Francesco Totti o Alessandro Del Piero, los habilidosos, esperan en el banco mientras Genaro Gatusso o Andrea Pirlo son dueños de sus equipos. Messi, ese petiso, retacón y tímido, es el punto de pasaje de “este fútbol” y de “aquel fútbol”, el de nuestros abuelos (“los buenos, los de antes, la agarraban en la mitad de la cancha y encaraba hasta el área rival”). Messi es, como sus compañeros de Barcelona, un futbolista con buen remate, velocidad, precisión y que, cada vez más, corre al defensor rival si es necesario. Messi es, a diferencia de sus compañeros de Barcelona (tal vez Iniesta sea la excepción), iniciativa, individualidad, habilidad y lujo; en fin, aquel “pendejo pícaro y morfón”.

¿De qué juega Messi, al final? De todo, porque está inserto en un mecanismo de engranajes, un juego total, que le permite tener sus salidas inesperadas, irregularidades de un reloj casi perfecto, y que le concede la batuta para ejecutar esa música, la más maravillosa. Lástima (lastima) que no sea la del fútbol argentino.
 
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