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Notas
En su libro “Los bárbaros”, el italiano Alessandro Baricco analiza las “mutaciones” culturales que están experimentando los seres humanos. En uno de sus capítulos, afirma que en este fútbol no hay tiempo para esos jugadores que pisan la pelota, la llevan unos metros y hacen un lujo. En este fútbol no hay tiempo. Lo que importa es economizar tareas y qué mejor que tener hombres que concentren pase, quite, pegada. Por eso, Francesco Totti o Alessandro Del Piero, los habilidosos, esperan en el banco mientras Genaro Gatusso o Andrea Pirlo son dueños de sus equipos. Messi, ese petiso, retacón y tímido, es el punto de pasaje de “este fútbol” y de “aquel fútbol”, el de nuestros abuelos (“los buenos, los de antes, la agarraban en la mitad de la cancha y encaraba hasta el área rival”). Messi es, como sus compañeros de Barcelona, un futbolista con buen remate, velocidad, precisión y que, cada vez más, corre al defensor rival si es necesario. Messi es, a diferencia de sus compañeros de Barcelona (tal vez Iniesta sea la excepción), iniciativa, individualidad, habilidad y lujo; en fin, aquel “pendejo pícaro y morfón”.
El Mundial fue distinto. Nigeria, Corea del Sur y Grecia no fueron rivales de peso. Hubo buen juego y se vieron los mejores minutos de la gestión Maradona. Las condiciones ayudaron para que se pudiera jugar con tres delanteros fijos. De aquel 4-4-2 tan elogiado en Montevideo, se pasó a un 4-3-3 que diversificaba la producción ofensiva para no someterla a los caprichos de un rival patadura y pegajoso.
Con la mirada hacia la Copa América 2011, Maradona era el que mejor conocía a los futbolistas. Era el que tenía los partidos calientes y el aprendizaje en la memoria. Era por quien se había apostado, aún con el conocimiento de su escasa o nula experiencia en un banco de suplentes. Ahora volvió una palabra que, en realidad, nunca se había ido, "traición", una palabra que puede estar esperando en una esquina de Ezeiza o en un hotel de Beijing. Uno al que ya le pasó la hora metió la nariz y Don Corleone tuvo visitas en la única ferretería con comunicación directa con Zurich. Don Julio, 21 meses más tarde, apretó el botón rojo: otro DT voló por el aire.
En febrero de 1958 tuvo lugar el Gran Premio de La Habana. El sábado a la tarde, a horas de la carrera, Juan Manuel Fangio conversaba en el hall del Hotel Lincoln, donde se hospedaba. De pronto, se le acercó un joven que, encañonándolo por la espalda, lo hizo ingresar en un auto.
"Quizás fue la sagrada mano de Dios" (Luis Fabiano tras tocar dos veces con el brazo antes de marcar su segundo gol en el triunfo de Brasil por 3-1 ante Costa de Marfil)
"Quiero pedirle disculpas a Platini, pero no a Pelé" (Maradona, un día después de decir que Michel Platini "se cree más que todo el mundo")
No es un top-5 de goles de Lionel Messi. Tampoco de sus mejores jugadas. Evidentemente, el mundo publicitario es para el rosarino como jugar rodeado por cinco adversarios en Montevideo Copyright © 2009-2010 Sefuetinto, potenciado por Blogger
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