El mayor archivo que Julio Grondona, presidente de AFA, debe resistir es el de aquella designación de Diego Maradona como entrenador de la Selección argentina en octubre de 2008. Después de 21 meses de felicidad, la pareja rompió. En realidad, de pareja nunca hubo demasiado: en la cama grande del fútbol argentino duermen tres, como mínimo. El nuevo lazo AFA-kirchnerismo tenía a Maradona como cara visible, la mejor joya. Un diamante que todos quieren comprar, un objeto que alimenta miles de hojas de diario. Un punto de conexión con el mundo. No fue inocente la presencia de Maradona en el anuncio del Fútbol para Todos, ese triunfo del fútbol que miramos todos y que juegan pocos, el videofútbol.
Tampoco fue inocente su ascenso al mando del equipo nacional. Grondona imaginó un escenario positivo: 1986. Grondona imaginó un escenario negativo: un Mundial humillante y un chivo expiatorio ideal. Grondona se equivocó porque, al fin de cuentas, la Selección ganó cuatro partidos y perdió sólo uno. Ni fracaso ni éxito: una actuación regular. Grondona está desorientado, Grondona está. Y Maradona bajó, por un rato, a la Tierra.
En las Eliminatorias el nivel fue muy bajo, con Basile y con Maradona. Lo más doloroso fue la derrota 6 a 1 ante Bolivia, allá. El equipo no tuvo un plan para contrarrestar la altura simplemente porque creyó no necesitarlo.Lo más vergonzoso fue el abrazo impostado entre Bilardo y el entrenador, luego del penoso partido de clasificación ante Uruguay, también allá.

La bisagra estuvo en el segundo tiempo del partido de octavos de final. México supuso un aumento del nivel de dificultad. Un gol de Tévez (en evidente posición adelantada) y otro de Higuaín (luego de un error infantil de la defensa mexicana) le daban tranquilidad al conjunto argentino. Tévez aumentó a los 55 minutos, pero México se animó, se acercó, y Argentina se atrasó, volvió a ser la de las Eliminatorias.
La salida del Mundial fue dolorosa: caída 4 a 0 frente a Alemania. Maradona retrocedió un par de casilleros. Volvió a apostar a Maxi Rodríguez (de escasos minutos en Liverpool) en la derecha e insistió con Di María (un extremo) por la izquierda para hacer el mismo trabajo ("ventilar la zona", "hacer la banda"). La falta de salida en la defensa obligó a Mascherano a barrer lateralmente el mediocampo para recuperar y, además, a ser el responsable de subir la pelota hasta el círculo central para empezar a atacar. Por eso, Messi bajaba varios metros para actuar de Verón, mientras el verdadero Verón esperaba en el banco de suplentes.
Maradona no subordinó a los jugadores a un sistema táctico determinado. Evaluó la actualidad los futbolistas (no fue "Jonás+10") y armó el equipo. Olvidó al rival a la hora de elaborar su estrategia, pero Alemania no es Corea del Sur, por más que él haya pedido no "comerse el chamuyo" de los alemanes.

2 comentarios:
Fantástico, me encantó.
Idem a javi!
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